En la actualidad existen alrededor de 1200 indígenas migrantes en la ciudad, la mayoría de ellos con trabajos informales que no garantizan su sostenibilidad ni la de sus familias en condiciones de dignidad. Tuchines, artesanos y comerciantes indígenas se ven obligados a participar en la economía desde una posición de desigualdad. Muchos de ellos, una gran mayoría, trabajan por más de 12 horas diarias recorriéndose la ciudad, vendiendo tinto bajo el sol abrasador cartagenero. Sus vidas y la de sus familias dependen de las horas dedicadas y a las ventas obtenidas cada día, por lo que, si un día no pueden salir a hacer su recorrido o no logran las ventas esperadas, tienen problemas para cubrir sus necesidades más básicas.
Pero, cuentan con competencias muy importantes como puede ser su conocimiento del comercio. Algunos de los indígenas están ya agremiados en la organización ATINAZ, apoyada por FEM hace 4 años, desde su constitución y a través de la cual los indígenas adelantan procesos de innovación social.
En FEM vemos en esta problemática la oportunidad de formalizar el trabajo informal de los indígenas zenú tinteros. ¿Cómo? Trabajando con ellos en el emprendimiento de una micro-empresa de catering de café para que dejen de trabajar en la calle de forma irregular y pasen a ofrecer sus servicios en convenciones y eventos en Cartagena.
Pero, cuentan con competencias muy importantes como puede ser su conocimiento del comercio. Algunos de los indígenas están ya agremiados en la organización ATINAZ, apoyada por FEM hace 4 años, desde su constitución y a través de la cual los indígenas adelantan procesos de innovación social.
En FEM vemos en esta problemática la oportunidad de formalizar el trabajo informal de los indígenas zenú tinteros. ¿Cómo? Trabajando con ellos en el emprendimiento de una micro-empresa de catering de café para que dejen de trabajar en la calle de forma irregular y pasen a ofrecer sus servicios en convenciones y eventos en Cartagena.